viernes, 6 de julio de 2007

La junta de la trócola

A mi me ha hecho gracia: "Parecía previsible que tuviera que dejar de correr algún día por una rótula que dice basta o un gemelo que se sobrecarga, sin embargo ninguna lesión de cierto alcance me ha tocado y me he quedado sin excusas para dejar de salir a correr aunque sólo fuera un día. A ver si va a ser que tengo voluntad y lo descubro a estas alturas. Eso sí, cuando llegan los rigores invernales, más que resentirse mis riñones lo que se resiente es mi cartera. Esto se debe a que, a pesar de ser el footing un deporte de los más baratos que uno se puede echar a la cara, cuando uno corre todos los días tiene que cuidarse: ahora estoy comprando el equipito de invierno y me estoy dejando un huevo de la cara. La expresión popular de "Con buena polla bien se jode" lo deja bien claro: para cada actividad hay un material y cuanto mejor es la herramienta mejores son los resultados. Lo sabían en el Equipo A, lo sabe el cabrón barbudo de Bricomanía y ahora lo estoy aprendiendo yo. McGyver... ese debía de ser pobre. La escasez afina el ingenio. Y es que no es lo mismo salir a correr con un bañador, que al cabo de una hora tienes las ingles en carne viva de que te roce el "slip", que salir a correr con unas mallas que te ajustan como un guante y provocan gritos de horror entre las féminas. Y en el invierno, viene la camiseta de poliéster que no se empapa (18 euros), los guantecitos para no pasar frío en las pezuñas (7 euros) y el chubasquero reflectante y transpirable (60 euros -ouch-). El gorro lo compré hace tiempo en un mercadillo. Un desembolso importante, sí, pero la diferencia es abismal por mucho que uno trate de engañarse. Ya que me puteo todos los días una hora, no me lo voy a poner todavía más difícil corriendo con material de aficionado. Que no soy un monje, coño. Hay una cosa peor que estar en paro, y es estar en paro y tener dinero ahorrado: no sólo no juntas más dinero, sino que tienes tiempo para gastarte el que tienes. Bajo el mismo lema me he comprado una cazadora para ir en moto decente (200 euros) después de ir 10 años en moto en condiciones precarias. Se acabó. El tema de la semana es la junta de la trócola. Más de uno recordará los orígenes de una expresión que ha trascendido todas las barreras de la cotidianeidad. Se trataba de un anuncio de puritos Reig a cargo de Gomaespuma. La conversación sucedía en un taller entre el mecánico mamón y el cliente que no se enteraba de la película, e iba más o menos así:
  • Mecánico: Pues esto sólo pueden ser dos cosas: o el tapacubos o la junta de la trócola. Y como sea la junta de la trócola...
  • Cliente: A ver, a ver...
  • Mecánico: Vaya, pues es la junta de la trócola. Ya puede ir preparando la pasta.

Luego el pobre estafado se fumaba un purito para relajarse tras haberse lamentado por su mala suerte. Esta pequeña parodia se hizo tremendamente popular, y podría haber pasado sin pena ni gloria si no se tratara este de un país en el que la famosa trócola está a la orden del día.

Carlos Sainz volvió a sacar el tema de la trócola a la palestra cuando hace algunos años se quedó a las puertas de ganar el campeonato de rallies y el coche le jugó una mala pasada. "Arráncalo, Carlos, por dios!" -gritaba Luis Moya. Se dijo luego que había sido nosequé del encendido, pero todo el mundo sabía que era cosa de la junta de la trócola.

Hace algunos meses, en mi casa dejó de verse la tele. La mayoría de los canales se veían de pena y no sabíamos qué hacer para ver los Simpsons a la hora de comer. Siempre era invierno en Springfield a juzgar por los gruesos copos que cubrían la pantalla. Se llamó al técnico, quien tras sesudos manejos concluyó que era el escalcificador de fluoherzios. La trócola, vamos. Le puso un amplificador que conseguía que los rayos concéntricos se paralelizaran en el espacio tiempo y convergieran en una imagen digna en la pantalla del televisor. La fractura fue de aúpa, pero la cosa aguantó un tiempo. Unos meses después volvieron a caer los copos sobre Springfield. Siendo que era verano, la cosa tenía un tinte sospechoso. No recuerdo si se llegó a volver a llamar al minohurai, que en indio quiere decir hombre que instala escalcificadores de fluoherzios, o si seguimos sufriendo durante meses las imágenes distorsionadas. La cosa venía ya tan de largo que mi pobre memoría no consigue remontarse lo suficiente. Al final, un día, decidí ascender al tejado con ayuda de una de esas escaleras de aluminio de tres piezas y localicé un cajetín negro. Eso es lo que tiene estar parado y ser ingeniero, que al final uno termina haciendo algo útil por pocas que sean las ganas. Levanté el capuchón de plástico negro y vi dos ruedecitas. "Sintonización UHF Y VHF" decían respectivamente. Mi madre y mi hermana mantenían un ojo en el televisor y otro en mí, por no perderse la tremenda hostia en caso de que patinara, más que nada. Toqué una ruedecita y mi hermana me comunicó que seguía nevando, esta vez sobre Cine de Barrio. Toqué la otra y, como por arte de magia, todos los canales se volvieron a ver con unos colores y una nitidez que no recordábamos desde que se inventó la segunda generación de televisores en color a mediados de los 80. Increíble. Efectivamente, era la ruedecita de la trócola, que estaba mal ajustada. El hijo puta de antenista hubiera venido y nos hubiera sacado las tripas una vez más de no haber estado yo en el paro.

Hace un par de años se publicó un estudio realizado es varios países. Consistía en desconectar uno de los cables principales de la circuitería de un televisor y mandarlo a reparar a una casa de reparaciones. No recuerdo exáctamente los números, pero en el caso de España, aproximadamente en el 70% de los casos la avería había sido etiquetada como un problema en la junta de trócola, siendo el montante de las facturas acorde a la gravedad de la enfermedad. "Y menos mal que se le ha ocurrido traerla, oiga, que le podía haber explotado" se oiría más de uno al ir a recoger el televisor poseído. No hace falta decir que España era uno de los países en los que la avería era cosa de la trócola en el mayor número de casos. Afortunadamente, con Gomaespuma nos llegamos a reír del asunto, pero la cosa es para llorar.

¿Y a ti? ¿Cuántas veces te han reparado la trócola? ¿Y las que te quedan?"

2 comentarios:

dimitri shostakovich dijo...

Si hijo si... i lo que es más triste aún, las bicis tambien tienen trócola... no sé en que parte, si en el cuadro o en los radios, pero tienen trócola.

Anónimo dijo...

Yo ya llevo unas cuantas trócolas también...oye! qué es eso de "me ha costado un huevo de la cara"?